Dado que estoy percibiendo cierta tendecia a reducir a la corrupción, los problemas estructurales de la economía cubana, inicio hoy la entrega de una serie de artículos sobre el tema. Espero tengan la paciencia de leerlos...
Robert Klitgaard plantea que la corrupción opera según una fórmula aritmética:
C=M+D-R donde C sería la
corrupción; M, el
monopolio; D, la
discrecionalidad y R, la
rendición de cuentas. De tal modo, en la medida en que los canales y flujos de rendición de cuentas sean mayores, mejor se podrán contrarrestar los riegos del monopolio y la discrecionalidad (uso libre de las atribuciones), en función de llevar a niveles tolerables la corrupción.
Aunque el mismo Klitgaard aclara que no hay una receta para combatir la corrupción, la operacionalización que hace del fenómeno, con más de 40 años de estudiarlo en occidente, le sugiere a los gobernantes, contralores y jueces, el camino a seguir para contrarrestarla.
La sugerencia mediática de conatos de corrupción en Cuba -no digo hechos, aun nadie presenta hechos sino una nota ambigua del Primer Secretario del PCC, una exposición historicista en un programa de la televisión estatal y contenidos en las redes que van desde especulaciones con datos reales o posverdades hasta inventos ridículos- nos pone la mirada en lo que constituye un flagelo para cualquier sociedad. Porque un corrupto nunca lo es individualmente, como se manipula desde los medios y las plataformas apegados a matrices ideopolíticas, un corrupto existe porque el sistema en el que se producen las relaciones humanas -económicas, culturales, políticas- posee vulnerabilidades que permiten su pudrición.
Roberto Arias Palomino fue un presidente de gobierno que tuvo Manzanillo hará como veinte años. Tuve un buen criterio de su trabajo y condiciones humanas y, al parecer, el tenía un buen criterio del mio en la Dirección Municipal de Cultura de Manzanillo y en Radio Granma puesto que, una tarde, sentados sobre un banco del Parque Céspedes de mi ciudad natal, me propuso aceptara el proceso para que me nombraran director de gastronomía.
Para mi, la oferta era tentadora. Muy tentadora. Uno de los problemas más acuciantes del sector artístico en Manzanillo era la insensibilidad y falta de formación estética de los administrativos del municipio que limitaba la programación profesional del importante potencial musical y literario de la ciudad. Me imaginé enseguida en una posición decisora desde la cual yo podría hacer realidad el sueño de jerarquizar los valores identitarios, el buen gusto, lo más valioso estética y tradicionalmente en espacios de comercialización de alta demanda. Enseguida me vi apoyando la producción de un espectáculo para cada cabaret o centro nocturno de la ciudad, poniendo productos lo más barato posibles para vender en La Casa de la Trova, La Casa de la Cultura, las actividades de la UNEAC y la AHS, las peñas comunitarias, los establecimientos cercanos a los cines y los teatros.... Y, bueno, también cumplir con el resto de los propósitos de una empresa gastronómicas. Pedí un tiempo para pensarlo aunque -en mi fuero interno- ya estaba convencido del sí, con todo y que estaba consciente, implicaría un grado de consagración que impediria siguiera desarrrollando mi pasión: la radio.
Esa noche en casa, después de comer, le comenté a La Vieja. Mi madre toda su vida había trabajado en el sector de los servicios como contadora y económica. Y era muy respetada en su actividad al punto de que, el día de su velatorio, quienes habían sido sus compañeros decían que jamás una auditoría ni una verificación fiscal -en treinta años- había podido dejarle algo más que un par de sugerencias.
Mi madre me miro seria y me dijo: "No es buena idea, mijo. Tú no sirves para eso". El Viejo, que también estaba, quiso interceder por mis supuestas capacidades y habilidades, y mami, categórica, radicalizó su veredicto: "Les digo que es una muy mala idea".
"¿Por qué?" Pregunté medio decepcionado.
"Porque tú no sabes robar. Nosotros no te enseñamos a robar" -respondió mi madre de modo lapidario. Y, acto seguido, con su explicación de que sólo podria dirigir con éxito una empresa estatal de comercio o gastronómía quien conociera los múltiples modos que existían de robar, desviar recursos y traficar influencias -aunque por su formación ética no practicara esos desmanes-, con esa explicación, mi madre -una contadora- me demostró aquella noche de principios del Siglo XXI por qué la gestión del comercio y los servicios en Cuba no podía -ni puede- funcionar según el modelo estatizado que tanto insistimos en aplicar y que, trasciende lo económico, para caer en el ámbito de lo ideopolítico.
Si examinamos la fórmula de Klitgaard, C=M + D - R, notaremos que es la Rendición de Cuentas lo único que contrarresta la tendencia a la corrupción que el Monopolio y la Discrecionalidad producen. En este primer artículo, sentaré las bases contextuales de mi análisis antes del examen de la Rendición de Cuentas a través de las estructuras institucionales cubanas y su reflejo por los medios de comunicación que haré en artículos posteriores.
Entonces estamos en Cuba donde las OSDEs (Organizaciones Superiores de Dirección Empresarial), aunque surgidas para teóricamente separar funciones estatales de las empresariales, establecen las normas y controlan, limitan determinados procederes y estimulan otros. O sea, en la práctica funcionan como monopolios nacionales con una alta discrecionalidad superior.
Las OSDEs no son estructuras etéreas, están compuestas por seres humanos, sujetos que, en su mayoría, escalaron durante años por la pirámide meritocrática; una estructura que, esos sujetos saben, no les pertenece, le pertenece al Estado y el Estado es, o se las ingenia para aparentar que es: ¡El Jefe! Y el jefe, dada precisamente los altos grados de discrecionalidad que posee, pueden prescindir del sujeto en cualquier momento de modo que por una mera condición humana, la tendencia del sujeto será aprovechar su posición para si mismo lo mejor que pueda hasta que pueda lo cual no es un problema del sujeto en cuestión sino del sistema de relaciones en una sociedad cuyas premisas ideopolíticas tienden a exacerbar el papel del liderazgo individual aunque, en la retórica mediática oficial, se apele a lo colectivo.
Cabría examinar cuál sería el mérito esencial que harían que el sujeto llegara a lo más alto de la pirámide empresarial. En primer lugar: La Fidelidad a la Revolución lo cual no es una condición psicosocial, ni una habilidad técnica ni una competencia profesional sino es -la fidelidad a la revolución- una abstracción ideopolítica. Aquí el líder individual opera mentalmente de modo que aisla, encierra, esa fidelidad a la revolución en su propio espacio vital, o sea, entiende que serle fiel a la revolución es, en primer lugar, serle fiel a él mismo, a su persona, a sus decisiones, porque su persona y sus decisiones son su revolución: el jefe es la revolucion y es este jefe-encarnación de la revolución quien precisamente, desde una posición superior o con mayor discrecionalidad que el sujeto -llamémosle cuadro desde ahora,-, evalúa y califica esa fidelidad, premia o demerita. De modo que con frecuente y relativa facilidad, se cae en la trampa de asumir -por el jefe- que el cuadro subordinado o supervisado más fiel a la revolución es aquel que, al menos en apariencia, es más fiel al jefe mismo, y se muestra más coincidente con el jefe mismo.
Dado el grado de monopolio y discrecionalidad que los decisores poseen en nuestras OSDEs y los ministerios, para que la meritocracia funcione en pos del cumplimiento de la misión empresarial, en vez de que funcione según los propósitos personales del jefe o supervisor político coincidan o no esos propósitos con la eficacia empresarial, ese jefe debería actuar según cierta eticidad acorde... Practicar cierta axiología acorde a una alta vocación de servicio, de entrega, de sacrificio a las cuáles no parece que hayamos llegado en Cuba como generalidad predominante. Y es ahí donde se produce una especie de bucle negativo hacia la ineficacia y la corrupción, y que insistir en reorientar la economía cubana hacia la eficiencia y la productividad en los términos del modelo sociopolítico actual, a mi me parezca improbable, y tenga la noción de que un corrupto, dos, una docena o cientos no han creado la crisis actual que padecemos en Cuba. Eso es una manipulación cínicamente reduccionista y vulgar de la crisis económica y axiológica que padecemos...
(Continuará...)